Primera parte
- Introducción: 
Los problemas de la educación chilena,  en todos sus niveles, pero especialmente en educación superior, desde una óptica de la historia de la educación,  si bien se arrastran en tiempo de larga duración,   son   un problema principalmente  de inequidad; una educación fuerte y potente  para una clase y una escueta instrucción para otra, instrucción que dice relación  con preparar un buen  trabajador a las necesidades  históricas del momento y que hoy son las necesidades del mercado.  Este estado del arte no siempre ha mostrado este rostro tan brutal, pero, por allí ha transitado  el sistema escolar chileno  y su educación,   es entonces  un espacio  amplio cronológicamente  hablando, para analizarlo críticamente, y poder extraer algunas conclusiones sobre la demanda del movimiento estudiantil,  que nos parece a estas alturas es la  demanda de una porción mayoritaria de la sociedad, y que ha dejado al descubierto la inequidad en cuanto al ejercicio de la  democracia en Chile.
- Una Mirada Histórica  crítica a  la educación chilena: 
Durante  el  siglo XVIII y XIX, la educación, no fue en absoluto un derecho, sino que un privilegio y una herramienta de poder en manos de la aristocracia terrateniente, donde luego también se agregó la plutocracia minera, por ende  la educación, como agente de movilidad social, no existía y   era más bien una herramienta superestructural para domesticar a las masas populares.  Debemos si reconocer que alguna fuerza tomo la  educación con el gobierno de José M. Balmaceda,  finales del siglo XIX, pero pronto y tras la derrota de este en manos del Congreso,  se volvió  a la inequidad o al estado normal de las cosas en educación.  Con posterioridad y ya entrados en el siglo XX, hubo  esfuerzos en ocasiones  asistenciales, en ocasiones  progresistas, en  la mayoría de las veces aislados y no  planificados  con claridad, y que no provenían del estado, ni del sector educacional, sino que de sectores ligados a las mancomunales y sindicatos  obreros, partidos políticos, o figuras como Luis Emilio Recabarren,  o hechos como la revolución socialista de 1932, para la mejora de la educación, pero estos no fructificaron, y si bien podemos reconocer adelantos, estos son poco significativos, y abarcaron centralmente  la enseñanza básica.       Lo cierto es que Chile no aumentaba pertinentemente ni cobertura, ni sistematicidad educacional. El informe de Washington Bannen de 1902, muestra estadísticas desoladoras,  en los tópicos anteriormente expuestos. (Cf.  De Ramón A.  Historia de Chile, pág. 105 106).  Efectos  que  se replicarán y serán lo común hasta muy pasado el año 1925.  
El panorama  tiende a cambiar  con  los gobiernos Radicales, y principalmente con el triunfo del frente popular, liderado por Pedro Aguirre Cerda en   1939, Chile da un giro potente a su sistema escolar, y a la educación superior chilena.  Su  consigna Gobernar es educar, da cuenta de un discurso y una lógica de  ver la educación como una herramienta y preocupación del estado, con fines de desarrollo integral de  la república y de las personas. Como han plateado en su libro Chile en el siglo XX: “Puede afirmarse que durante este periodo hubo un plan  coherente e integral para enfrentar el desarrollo educacional” (Aylwin et al. Pág. 221 - 222).     A partir de ese momento, se construye el modelo,   y por qué no decirlo también cierto imaginario,   de una educación pública fuerte, como base de la  grandeza del país.  El esfuerzo de  Pedro Aguirre C.  Estuvo  en masificar la educación, especialmente el sector primario. “Lo, lo que caracteriza el gobierno   de Aguirre Cerda  es la prioridad   que da al desarrollo masivo  de la educación pública, fuente a su vez  de un importante florecimiento  de la  cultura” (Cf. Memorias de la izquierda Chile, Arrate, Jorge y Eduardo Roja, Pág. 202, tomo I).  Pero, si bien en ello,  como expresé hay mucho de concreto , el solo plan de alfabetización de este gobierno  incorporaba 385.000 mil niños y niñas,  más al sistema escolar. Hay también mucho de imaginario, especialmente en lo que a educación superior se refiere.  Hubo ejemplos claros de mujeres y hombre que desde clases muy modestas,  gracias al sistema público surgieron  y fueron y son un aporte al conocimiento y la discusión en Chile. Pero, la baja cobertura, impidió que la educación pública superior  fuera  una herramienta aún más potente.   Bástenos ver algunas cifras  en  1910, habían 258.875 alumnos en enseñanza básica,  30.731 en  media  o secundaria  ( lo que es indicativo de lo selectiva de la enseñanza media ), y  1.824 en educación superior, por lo que la gratuidad no pasa de ser un dato,  y  donde la educación superior para este momento no   representa más del 0.7% de la población que se integraba a enseñanza básica.  Pero si analizamos  las cifras entre  1925 a 1950,  se había aumentado en educación universitaria a la “estratosférica”  matricula de 11.000 alumnos de un total  de 500.000 alumnos que ingresaban a la educación básica, es decir 2.2 %. (Cf. Historia del Siglo XX Chileno).  Es fácil poder concluir  quienes serían los elegidos y/o favorecidos  para  llegar  a  esta entidad  gratuita  y de excelencia llamada  Universidad.   
Ahora bien,  Chile, contaba  ya con las Universidades particulares, como las Universidades Católicas, también estaban las laicas, como;  Concepción,  y  la Universidad Austral, quienes  por principio, naturaleza  y misión,  no perseguían el  lucro (ganancia, provecho, mediante un negocio,  esto para hacer una aproximación a este polisémico y polémico concepto). Sino que su objetivo era  la preparación, de lo que fue  una elite profesional, donde, con una lectura  crítica,  podemos pensar  y exponer que  rara vez, podían acceder a ella las clases más populares.    
Por lo mismo es que Chile vive en los años 60 su reforma universitaria,  liderada principalmente por los estudiantes. Estas entidades  hundían sus raíces  en la Colonia, la  Real Universidad de San Felipe en  1738,  la Universidad de Chile en 1843 (sugiero para una mirada histórica,  tomos I y II de la Historia de Chile de Jaime Eyzaguirre),  a los  estatutos de  1879, y  con mínimas  reformas a las universidades nacidas con posterioridad, especialmente,  el   estatuto administrativo de las universidades de 1931.   Era poco lo hecho en cuanto a  mejoras y modernización universitaria,  era un sistema ilustrado,  fundamentalmente de elite, sin investigación, ni extensión.  “El hecho es que el sistema universitario chileno, el año 1965, era anticuado, desordenado y lamentablemente ajeno a los problemas del país”. (cf. Chile en el siglo XX).   El sistema universitario  y a pesar de sus buenas intenciones,  era tan  de elite  y centralizado, que  si bien la Universidad de Chile, abrió colegios universitarios en provincias, estos eran  con  carreras cortas, para luego continuar en Santiago, lo mismo hizo la UTE, y las demás universidades,  esta realidad provincial, si  bien  recogía,  a los estudiantes más pobres, pero siempre en escaso guarismos, con relación a la juventud de la época en condiciones de ser educada. En esta lucha por la democratización en el ingreso a  las universidades, nos parece sí  que hay que destacar la acción de Juan Gómez Milla y de Eugenio González, quienes en mayor conexión con la realidad social del país, intentaron ampliar las estrechas coberturas a la educación superior.  Era necesario un cambio a la Educación universitaria y superior, el país y la hora histórica así lo exigía. -  Sofía Correa  y otros historiadores  con  respecto  al movimiento  universitario de los años 1967, 1968, han dicho lo siguiente: “ El proceso de reforma presento elementos comunes   a las ocho universidades, …  y se tendió a crear nuevos y más estrechos vínculos con la sociedad , con el objeto de prestar  impulso    y  conducción  a la profundización democrática en curso”. (Cf. Historia del siglo XX Chileno, pág. 325).  No cabe duda  que la estructura  y la acción de las universidades era insuficiente y no daba respuesta  a una juventud que al egresar de la enseñanza media, podía ser educada. La gestión del movimiento universitario, que comenzó en la Universidad Católica en agosto de 1967,  que nos dejó además  como anécdota, la frase, el “Mercurio Miente”,  opción  de respuesta a una editorial de este periódico, tomada por los ocupantes de la casa central de la UC, propuesta por Rodrigo Egaña (Cf. XX, Historias del siglo  veinte Chileno, García - Huidobro, Fernández Abaroa et al.), Y que ha perseguido  este periódico hasta hoy.   
Las entonces ocho universidades chilenas, con sus respectivas sedes,  abrió un camino  de mayor amplitud y participación, y con ello de  cobertura, por fin,  se estaba llegando a un guarismo moralmente  aceptable, de estudiantes, mujeres y hombres de clases más  populares que tendrían acceso a una buena enseñanza y a un mejor aprendizaje en la universidad. Profesionales críticos, y comprometidos con la vida de su polis. 
Así llegamos al gobierno  de Salvador Allende,  donde nos encontraos con un sistema escolar mixto, ( educación básica y media), pero con colegios y liceos públicos poderosos,  con la reforma del presidente Frei Montalva vigente,  lo que daba como resultado docentes empoderados social cultural  y políticamente, que entregaban una  educación  rigurosa, humanista y científica, pero siempre  crítica, forjando ciudadanos y no simples consumidores,   y una sistema de educación superior estatal, de digamos, un buen  prestigio, a nivel nacional e internacional.  A pesar de que, valorando los inmensos avances,   siempre hubo importantes obstáculos y tamices  que impidieron a las clases más pobres acceder  como era debido  a esta educación superior gratuita.   
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